¿Qué entendemos por TDAH?
Se define como una alteración de origen neurobiológico que aparece durante la infancia y puede persistir a lo largo de la vida. La causa del trastorno es una combinación de factores genéticos y ambientales, y se manifiesta con síntomas relacionados con conductas de desatención, hiperactividad e impulsividad.
¿Cuáles son las características más llamativas?
Si las diferenciamos por áreas, de manera que nos facilita la comprensión, podemos definir algunas de ellas:
En el área atencional:
- Dificultad en la atención selectiva (“distraído”) y sostenida (“inconstante”).
- Dificultad para prestar atención a los detalles.
- Dificultad para escuchar lo que se les está diciendo (“ido”).
- Se aburren fácilmente.
- Deben hacer un esfuerzo extra para hacer/acabar tareas rutinarias.
- Dificultad de seguir instrucciones.
- “Saltan” de un pensamiento a otro con facilidad.
- Dificultad para organizarse.
- Facilidad para olvidarse o perder cosas.
En el área de control de impulsos:
- Incapacidad de inhibir conductas (autocontrol).
- Incapacidad en el retardo de la gratificación (“impacientes”).
- Escasa tolerancia a la frustración.
- Déficit de control impulsos y autorregulación.
- Dificultad para respetar turnos.
- Déficit en la reflexividad y toma de decisiones.
- Desinhibición social y falta de precaución.
En al área de la hiperactividad:
- Movilidad excesiva y constante.
- Conducta excesiva (hablar).
- Rigidez y falta coordinación en los movimientos (caídas).
- Problemas de motricidad fina (abrocharse).
- Sensación subjetiva de inquietud y nerviosismo (muerden objetos, tocan cosas).
¿Qué hacer si detectamos algunos de estos síntomas o tenemos sospechas?
Lo primero que debemos hacer es mantener una actitud calmada y no alarmista, en muchos casos nos encontramos con comportamientos o situaciones que equiparamos con los síntomas enumerados.
Si es así, el primer paso debe ser acudir a un especialista, ya sea la psicóloga del centro escolar, nuestro médico de familia o un psicólogo especializado que nos pueda orientar. Es entonces cuando podremos someter al niño a una adecuada evaluación que nos permita determinar el diagnóstico con exactitud con el objetivo de entender lo que está pasando y encontrar una solución.
Lo más importante en estos casos es la capacidad de trabajar para reducir o paliar las dificultades que se presentan, así como para controlar y coordinar continuamente las actividades de los especialistas, la familia y el centro educativo.
¿Cómo pueden las terapias ser efectivas y ayudar?
Según el caso individual y la necesidad identificada, los objetivos de la intervención variarán. Asimismo, estos objetivos no necesitan ser estables en el tiempo, sino que cambiarán en función del progreso del menor en terapia y las necesidades que vayan surgiendo durante la misma. No obstante, en la mayoría de los casos se requiere una intervención multidisciplinar que englobe el tratamiento psicológico, psicopedagógico y farmacológico.
A grandes rasgos, la intervención psicológica tiene como finalidad modificar las conductas desadaptadas y alteradas, fomentando, por lo tanto, comportamientos adaptativos. Para ello, se trabajarán con el menor una serie de técnicas y herramientas, entre las que destacan el entrenamiento en habilidades atencionales, resolución de problemas, solución de problemas interpersonales, autoinstrucciones y mejora de las habilidades de reflexión.
¿Cómo podemos ayudarles en casa?
Igual que la intervención profesional, lo que podemos hacer en el entorno familiar, dependerá del caso y de las necesidades del niño.
A rasgos generales, estas son algunas de las cosas que podría ayudarles:
- Establecer un horario y unas rutinas fijas. Podemos indicar en un cuadrante cuáles son las tareas que tiene que realizar durante el día para que quede bien indicado.
- Ofrecer instrucciones sencillas y claras.
- Fomentar el uso de la agenda. Ayuda también en este sentido utilizar colores para señalar las diferentes actividades que debe realizar.
- Pautar un tiempo determinado para cada actividad y medirlo con un cronómetro.
- Eliminar los distractores.
- Revisar con ellos la mochila diariamente para comprobar que no se olvidan de nada.
- Reforzar con mensajes positivos, así como con elogios, sonrisas, tiempo en familia o refuerzos materiales.
Recuerda también que, aunque nos adaptaremos a las necesidades del niño, lo importante es que el niño se vaya adaptando al mundo poco a poco, no por presión, sino esforzándose por adaptarse como tal.
La mejor garantía de éxito es asesorarse, mantener una actitud tranquila y positiva donde apostemos por el progreso paso a paso y el trabajo colaborativo entre la familia y todos los profesionales entorno de los niños.